miércoles, septiembre 10

El tema de la inmigración en la Biblia

El tema de la inmigración en la Biblia

Colaboración de: Pr. Iván Flores.
Rector del Seminario Teológico Temuco. Desde 1997 al 2007 fue pastor misionero en República Dominicana, junto a su esposa Naara y sus hijas Naara Eunice y Daniela. Actualmente es también integrante del Comité DNM.

El tema de inmigrantes y refugiados es hoy un tema candente. Apenas hay día en que no salga en los periódicos una noticia luctuosa y la TV no nos ofrezca unas imágenes escalofriantes al respecto. En este tema, no existe situación por la que Israel no haya pasado: emigración -a Canaán, a Egipto y de nuevo a Canaán-, convivencia en una misma tierra con otros pueblos, deportación -a Asiria y a Babilonia- y finalmente ocupación. De hecho, Israel inscribe en el corazón de su legislación el respeto al extranjero y un principio de igualdad que proscribe toda discriminación.


Fuimos extranjeros por nueve años en la República Dominicana desde nuestra experiencia y mirando a través de la Biblia escribo estas líneas. Ciertamente la Biblia tiene mucho que decir sobre el trato del extranjero en tierra ajena. La Biblia es el libro sagrado que más defiende y protege al inmigrante.

PERSPECTIVA BÍBLICO/ESPIRITUAL

La inmigración está presente en la Biblia desde el capítulo 12 de Génesis. Tenemos a Abraham, el mayor de los inmigrantes, al que Dios pide que deje su tierra, sus riquezas, su cultura, su familia. Después de Abraham tenemos otras. Es muy bonito también ver en el capítulo 26 de Deuteronomio la fórmula que Dios quiere que se pronuncie cuando se ofrece el diezmo: `Un arameo a punto de perecer fue mi padre, el cual descendió a Egipto…´ Es decir, no olvidar nunca que ellos mismos fueron extranjeros.

Después, recuerda, hubo otros muchos inmigrantes del pueblo de Dios en la historia bíblica, podemos recordar a: José, Ester, Daniel, Nehemías, algo interesante de ellos es que conservan los valores de su educación y gracias a esto son una bendición allí donde están y no lo hubieran sido de otra manera.

Podemos apreciar en Éxodo y Deuteronomio la primera legislación de inmigración: siempre exhortaciones muy claras a proteger al extranjero, ‘porque vosotros habéis sido extranjeros’.

En la carta a los Romanos hay muchas referencias a recibir al otro. Con la persecución muchos habían llegado hasta Roma desde todo el imperio y parece que les resultaba difícil recibirles. Pablo les exhorta a solucionar esto de una manera tolerante. El libro de Romanos tiene como tema central la acogida al otro, tiene un trasfondo de la inmigración de manera clara y el llamamiento es a recibir, soportar, amar al que es diferente. En este caso vemos que unos y otros se integraban en las mismas iglesias. No había necesidad de separaciones, como está ocurriendo hoy. Deberíamos de ser capaces de convivir en una misma iglesia, sobre todo cuando no existe el problema de la diferencia de lengua. Actualmente tenemos en ejecución el proyecto como Departamento de Misiones en Ciudad del Este – Paraguay, el de levantar una iglesia multicultural, Dios nos ayude en ello.

Cuando llegamos al Nuevo Testamento aparece la inconfundible figura de Jesús, que tiene también algo de inmigrante. El huye con sus padres a Egipto. El mismo se reconoce en cierta manera como extranjero. En el ejercicio pleno de su ministerio apreciamos la actitud de Jesús ante los samaritanos, esto es clave: en sus parábolas siempre es el samaritano el bueno, el que vuelve a dar gracias, la mujer samaritana es la primera mujer misionera. Jesús pasó por esa experiencia. Siempre tuvo una actitud de receptividad y aceptación. Visto estos antecedentes podemos decir: La inmigración trae bendición en la Biblia.

Aún en el campo misionero siempre ha sido así. En el libro “Desde el siglo y hasta el siglo” (Alianza: 1997, pág. 13) escribí las siguientes palabras: “Fue un judío el que llevó el Evangelio a Roma, un romano que lo llevó a Francia. Un francés que lo llevo a Escandinavia, y un escocés el que evangelizó a Irlanda, y un irlandés que se convirtió en el misionero que conquistó Escocia. Ninguna persona ha recibido el evangelio sino de manos de un extranjero”. Y Chile no fue la excepción. Fue un norteamericano el que lo trajo al sur de Chile, al territorio de la Frontera. Su nombre Henry L. Weiss.

PASTORAL PARA EL INMIGRANTE

Así, pues, para la Iglesia hoy, las fuertes demandas de los valores del Reino de Dios que emerge en nuestra historia con la irrupción de Jesús mismo, debe motivar a la Iglesia Evangélica para plantearse toda una pastoral de la inmigración. Valores del Reino que se desgranan en las parábolas del Reino, que pone a los últimos como primeros, que a los trabajadores a los que nadie quiere contratar, finalmente son contratados por el Padre de la viña, y no sólo eso, sino que se les paga lo mismo que a aquellos que, por estar más fuertes o más cualificados, se les contrata a primera hora de la mañana, y además, se les paga los primeros.

Por tanto, la Iglesia, en su búsqueda de una pastoral de la inmigración, debe descender a la arena de la realidad e ir trazando líneas de ayuda y de dignificación de los inmigrantes, fundamentalmente de aquellos más oprimidos o empobrecidos.

Una de mis preocupaciones mientras vivíamos en República Dominicana era abrirnos en ayuda a cientos de miles de inmigrantes haitianos, que cruzaban la frontera en busca de un bienestar familiar. Por un tiempo así desarrollamos una propuesta de ceder los templos a hermanos haitianos que no tenían donde congregarse. Se abrieron los templos de la Alianza para cultos en Creole (o criollo haitiano es el idioma criollo hablado en Haití y por emigrantes haitianos en toda la zona del Caribe, principalmente en República Dominicana, Cuba, Florida y Bahamas), pero la visión fracasó por la poca apertura de algunos de los nacionales, que no veían bien que extranjeros usaran sus dependencias. Eso conocimos nosotros, pero ocurre en todas partes del mundo. Nosotros ¿prestaríamos nuestros templos y ministerios a inmigrantes libaneses, orientales, peruanos, bolivianos, etc.? Al respecto pienso en ello y surgen algunas directrices para elaborar una pastoral de la inmigración, podría tener las siguientes áreas de preocupación:

A) Ayuda asistencial a los inmigrantes.
Comenzamos por ésta y dejamos la ayuda espiritual para el final, aunque sabemos que ésta, la espiritual, debe estar en todo el proceso. Y no nos debe parecer extraño que una pastoral de la inmigración comience por ahí, por la ayuda práctica. Bíblicamente, no se puede dar el auténtico apoyo espiritual de espaldas al dolor y el desamparo del prójimo que está en desventaja social. Por tanto a la base de una pastoral de la inmigración debería estar la ayuda asistencial: el dar de comer, vestir, informar sobre recursos sociales, sobre programas de búsqueda de empleo, sobre ayuda sanitaria, ayuda jurídica, proveer alojamientos siempre que se pueda y todo lo relacionado con favorecer su entorno social de manera que se pueda ir ubicando en nuestras sociedades como un nuevo ciudadano sin merma ninguna de su dignidad.

B) Transmitir consuelo, acompañamiento, ánimo, aumentar su autoestima intentando no crear dependencias ni institucionales ni individuales.
Para eso la Iglesia debe dotar de preparación a todos los que vayan a ser más directamente impulsores directos de esta pastoral. Es decir, la Iglesia debería formar a personas que tuvieran tiempo, a la vez que dotarles de los recursos suficientes para desempeñar su labor. O sea, responsables de la pastoral de inmigración debe ser toda la Iglesia, pero puede haber ciertas personas con una capacitación especial.

C) Practicar la denuncia profética. Esto debe ser también parte imprescindible de una pastoral de la inmigración.
Hacer labor profética. Denunciar las estructuras injustas que oprimen y marginan, así como toda situación, sea legal o no, que perjudique a los inmigrantes, a los nuevos ciudadanos en sus derechos civiles o fundamentales. La iglesia debe denunciar la opresión, la mala redistribución de bienes, los desiguales salarios, la explotación, el racismo, la xenofobia y la violencia contra los débiles. Para una pastoral de la inmigración, no pueden existir hombres iguales ante Dios, pero desiguales ante las leyes. Una pastoral integral debe trabajarse por la igualdad jurídica y social.

D) La Iglesia debe asumir evangelización de palabras y hechos.
Que la evangelización debe asumir también la denuncia de las estructuras de pecado y darse cuenta de que la acción social puede ser también evangelizadora. La acción social de una pastoral de la inmigración, entraría automáticamente a ser acción evangelizadora, no solamente sobre las personas a las que se ayuda, sino a toda una sociedad que observa la acción de los cristianos.

E) Espiritualidad de acogida.
La iglesia que acoge a inmigrantes debe estar dispuesta a favorecer cierta pluralidad. Tienen que ser congregaciones de acogida, o sea, más abiertas y respetuosas con posibles formas que no encajan en la tradición de cierta iglesia local. Si llega el caso, incluso una pastoral de la inmigración debería estar abierta a cierto diálogo interreligioso, al cual estamos poco acostumbrados las comunidades evangélicas en general. Tenemos que vivir la vivencia de un cristianismo universal, capaz de inculturarse en el seno de cualquier cultura de la tierra. Así, los inmigrantes nos invitan a que nuestra evangelización se inculturice teniendo en cuenta la diversidad cultural.
Así, la pastoral se va construyendo, una tarea ardua y comprometedora por el más débil. Realidad a entender todos, mucho más aquellos que son misioneros extranjeros, creo que las siguientes palabras bien resumen nuestra tarea transcultural:

1ª Corintios 13, para el Misionero Transcultural
Traducido del inglés por Dave Oltrogge - Wycliffe
Autor desconocido

Si yo hablara como nativo, pero no tengo amor, vengo a ser como bronce que resuena o címbalo que retiñe. Si me pusiese la vestidura nacional y entendiese la cultura y cómo portarme cortésmente en cualquier situación si aprendiese las modalidades locales hasta que me tomen por nacional, pero no tengo amor, nada soy. Si repartiese todos mis bienes a los pobres, y si gastase todas mis energías sin reserva, pero no tengo amor, de nada me sirve.

El amor aguanta largas horas de estudio de la lengua, y es bondadoso para con aquellos que se burlen de su acento; el amor no tiene resentimientos hacia aquellos que se quedaron en casa; el amor no se jacta de su cultura nativa, y no se engríe de su superioridad nacional. No se ufana de "como lo hacemos en mi país", no es egoísta, no busca oportunidades para hablar sobre lo bellos de su patria, no piensa mal de esta nueva cultura.

El amor disculpa toda crítica de su propia cultura, cree todo lo bueno en cuanto a la nueva, espera confiadamente llegar a sentirse cómodo en este lugar, y soporta toda incomodidad. El amor no se extingue jamás; pero la antropología cultural caerá en desuso, la lingüística será silenciada, y la contextualización desaparecerá.

Porque nuestros conocimientos de la cultura, son imperfectos y ministramos imperfectamente. Más cuando Cristo se manifieste en esta cultura, nuestras imperfecciones desaparecerán.

Cuando vivía en mi país hablaba como se habla en mi país, pensaba como se piensa en mi país, razonaba como se razona en mi país, pero cuando salí de mi país dejé atrás las cosas de mi país. Ahora nuestra adaptación a la cultura, es defectuosa, pero Él vivirá en ella como nativo; ahora hablo con acento de extranjero, pero él hablará al corazón.

Y ahora permanecen la adaptación cultural, el estudio de la lengua, y el amor; pero el mayor de ellos es el amor.

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