El texto de 1º Pedro 3.15 implica también la dimensión evangelizadora y misional de la escatología. Nuestra esperanza, y la lógica con que la articulamos, han de ser un testimonio al incrédulo, con miras a llevar las personas al conocimiento de Cristo. La escatología divorciada de la misión queda puramente en lo especulativo, pura teoría sin propósito ni proyecto histórico. Una misionología sin orientación escatológica, o ligada a alguna escatología desorientada, va a quedar en puro activismo sin visión de lo que Dios quiere hacer en la historia hasta su final.
Pensar misionológicamente es pensar a la vez históricamente (hasta el fin del mundo) y geográficamente (hasta los fines del mundo). Como cristianos, debemos saber dirigir nuestra mirada en tres direcciones: hacia atrás, para ver toda la historia de la salvación con su centro en la encarnación, crucifixión y resurrección de Cristo; alrededor, al mundo que nos rodea y al tiempo en que vivimos; y hacia adelante, a la meta final del proyecto de Dios en el proceso histórico. El cristianismo, como perspectiva radicalmente histórica (no especulativa), vive en plena y activa conciencia tanto del pasado y del presente como del porvenir, conforme a toda la historia de la salvación según el mensaje bíblico. La escatología es el fin y meta de la historia, según la visión bíblica, en donde se realizarán todos los propósitos de Dios.
(Libro Escatología bíblica y la misión de la Iglesia, Juan Stam)